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Motivos para ser editor

21 Dic

Mapa astral de la edición española 2011 según Anatomía de la Edición

Es difícil contestar a la pregunta de por qué una persona opta por dedicarse a publicar libros. En nuestra experiencia, la edición es una profesión vocacional que se alimenta del amor al mundo del libro. En el sector editorial español trabajan algunas de las mentes más creativas del país que, sin embargo, podrían fácilmente dedicar sus capacidades a otros empeños mucho más lucrativos como, por ejemplo, la inversión bancaria, la abogacía o la publicidad. Su trabajo como editores, pues, no es para muchos de ellos una mera opción profesional entre muchas otras, sino la única que satisface su necesidad de contribuir a fabricar esos auténticos cofres de sueños que son los libros.

Hay motivos hacen que la industria editorial sea especial. Se trata de un sector muy abierto, en el que resulta relativamente fácil entrar y en el que todavía es posible que una nueva editorial con muy poco presupuesto compita con los grandes gigantes de la edición, cosa impensable en otros mundos como el de la banca, los proveedores de internet o el fútbol. El sector editorial es, además, notablemente poco rígido y resulta sencillo entablar conversación con editores consagrados durante ferias profesionales o incluso en eventos literarios como presentaciones de libros. Pocas otras industrias son tan permeables y accesibles como la editorial.

Por último, otro de los motivos que lleva a elegir ser editor es que en una editorial el editor es el árbitro final de lo que publica y tiene control absoluto sobre los contenidos por los que decide apostar. De ese modo, a través de la formación de un catálogo que refleja sus  inquietudes, el editor hace de sus libros una extensión de sus intereses vitales y convierte su profesión en un incesante aprendizaje. Así, un gran aficionado a la cocina disfrutará en una editorial gastronómica tanto como un enamorado de la novela negra en una editorial que edite noir.

Esto último, sin embargo, suele llevar a un clásico dilema del editor: ¿Qué debe hacer cuando tiene entre manos un libro que no le gusta pero que cree que interesará a los lectores? ¿Debe renunciar a esas ventas que espera para mantener su catálogo acorde con sus ideas? ¿Hasta qué punto puede sobrevivir una editorial que antepone el gusto de su editor al gusto de los lectores? Estas preguntas tienen varias respuestas, pero no son cortas, ni fáciles. Se explicarán a los alumnos del Curso de Edición Profesional que empieza en Taller de los Libros el próximo mes de enero. Todavía quedan plazas para los que quieran apuntarse enviando un correo aquí.

La crítica literaria según John Updike

13 Dic

Massachusett John Updike 1962

La crítica literaria es un trabajo complejo para el que no existen reglas fijas. Cada crítico se guía por su particular conjunto de valores y principios éticos y estéticos, que habitualmente no hace públicos. Por eso resulta siempre interesante cuando un crítico revela los criterios que informan sus reseñas, máxime si ese crítico es nada menos que John Updike, uno de los narradores con un estilo más característico del último siglo, que además dedicó buena parte de su tiempo a leer y comentar la obra de otros escritores. La mayoría de las críticas literarias de Updike se publicaron en The New Yorker, y, si hemos de creer lo que él mismo nos dijo en la introducción de su libro Picked-Up Pieces de 1975, siguieron estas reglas:

1- Intenta entender lo que autor pretendía, y no le culpes por no conseguir lo que no quería conseguir.
 
2- Ofrece bastante texto citado –al menos un pasaje extenso– de la prosa del libro, de modo que el lector pueda formarse su propia impresión según su gusto.
 
3- Confirma tus descripciones del libro con citas del libro, aunque sean sólo frases, en lugar de resumir o parafrasear.
 
4- No te pases con el resumen de la trama y nunca reveles el final.
 
5- Si el libro es deficiente, cita un ejemplo de buen libro en el mismo estilo, sea obra del mismo autor o de otro. Intenta comprender por qué el libro fracasa. ¿Seguro que es problema del libro y no del crítico?
 
A estas cinco reglas concretas hay que añadir una sexta un tanto más vaga, que tiene que ver con mantener la pureza de la reacción química entre el texto y el crítico. No aceptes reseñar un libro que estás predispuesto a que no te guste, ni tampoco uno que la amistad te obligue a alabar. No te imagines defensor de ninguna tradición, ni el comisario de las reglas de ningún partido, ni un soldado en una guerra ideológica, ni un policía de ningún tipo. Nunca, nunca, nunca trates de poner al autor «en su lugar», convirtiéndolo en un peón en una competición entre críticos. Reseña el libro, no la reputación. Sométete al hechizo, sea fuerte o débil, que el libro lanza. Es mejor elogiar y compartir que destruir y prohibir. La comunión entre el crítico y su público se basa en la presunción de que existen ciertos posibles placeres en la lectura, y todas nuestros juicios deben amoldarse a ese fin.

En estas reglas se ve a las claras que el Updike crítico tenía corazón de escritor. En el Curso de Edición Profesional de Taller de los Libros se estudia la labor el crítico literario y cómo el editor debe trabajar con los críticos si desea que sus libros consigan la mayor proyección posible.

Las montañas de manuscritos

12 Dic

 

Manuscritos

Una de las principales tareas del editor es seleccionar las mejores novelas para su publicación. Aunque la tarea parece sencilla, en realidad no lo es en absoluto. ¿Cuántas veces hemos leído una novela que, tras un inicio brillante, nos ha decepcionado y la hemos dejado a medias? ¿Y cuántas hemos visto nuestra paciencia durante unas primeras cincuenta páginas poco inspiradas recompensada por novelas extraordinarias?

Sucede, sin embargo, que una editorial puede fácilmente recibir entre diez y veinte manuscritos cada semana. Eso supone una media de unas cinco mil páginas de texto semanales. Suponiendo que el editor sea un lector rápido y devore una página cada treinta segundos, solamente la lectura de los manuscritos recibidos supondría cuarenta horas semanales, es decir, la jornada laboral completa todos los días laborables de la semana. Añadamos a eso las novelas extranjeras que el editor puede estar interesado en traducir al castellano y fácilmente duplicaremos ese tiempo.

El recurso que se suele citar como solución a este problema son los lectores profesionales. Un lector profesional elabora un informe sobre la obra a cambio del pago de una tarifa. El informe típicamente incluye un resumen y la opinión del lector. El uso intensivo de lectores profesionales, no obstante, supone un elevado coste mensual que no todas las editoriales pueden permitirse. El editor, por economía y como bagaje profesional, debe desarrollar una serie de técnicas que le permitan identificar los manuscritos prometedores. Esas técnicas, entre otras, formarán parte de la clase dedicada a la selección de manuscritos que se impartirá en el Curso de Edición Profesional de Taller de Libros.